miércoles, enero 28, 2015

El hombre de Alcañiz

La periodísta alcañizana Pilar Narvión y José María Pascual en un acto a mediados de los años 70. (Fuente: La COMARCA).

Ha muerto José María Pascual Fernández-Layos. Me entero de su silenciosa marcha a 10.000 kilómetros de distancia gracias a los comunes amigos y siento como si el destino se me llevase a un abuelo.

Fue un hombre que antepuso su vida pública frente a lo personal; su vocación de servicio a los demás ante los requerimientos de lo propio. Fue alcalde de la ciudad de Alcañiz (Aragón) durante casi dos décadas, senador por Teruel, diputado provincial, vocal de la Confederación Hidrográfica del Ebro, tesorero del Real Zaragoza Club de Fútbol, presidente de la cooperativa agraria Nuestra Señora de los Pueyos o del Sindicato de Riegos del Guadalope, entre otros mil cargos que le quisieron otorgar los bajoragoneses, quienes siempre vieron en él a un hombre en el sentido más amplio de la palabra; a su hombre, al hombre tranquilo en el que podían depositar su confianza cualesquiera fuera el cometido a desempeñar.

En mis años de desempeño y destierro periodístico en Alcañiz lo traté en no pocas ocasiones. A pesar de que en aquella época el ya andaba retirado de muchas de las obligaciones de su anterior vida pública, y de que la salud no le respondía como antes, siempre se mostró como un caballero de los de antes, cariñoso y atento, ingenioso, inteligente, sagaz, diplomático, prudente, discreto, confidente. Una vez que lo llamé por teléfono para contrastar unos datos del recrecimiento de la presa de Santolea acabamos hablando de sus novias de juventud. Lo oí llorar al otro lado de la línea rememorando a alguna de las mujeres que le habían amado. ¿Cómo no vas a querer a alguien así? Era un hombre entrañable.

Me viene a la cabeza otra simpática anécdota de aquellos tiempos. Andaba por aquel entonces el PSOE enredando con la idea de quitar algunos de los cuadros de los alcaldes de Alcañiz que adornan uno de los salones del Ayuntamiento. El objetivo de la genial idea era dejar solamente colgados a los que habían estado gobernando en la democracia y retirar a los que ejercieron la alcaldía en la dictadura. Cuando le consulté el tema a José María Pascual, que le tocó gobernar en los últimos estertores del franquismo y dirigir y moderar la transición hacia la democracia en su ciudad, optó por rememorar al Rey Salomón mientras nos echábamos unas risas: ¡Pues el mío que lo tendrán que partir por la mitad!

Cuadro de José María Pascual, alcalde de Alcañiz (1974-1985 y 1987-1995). ©: Javier Zardoya

Alcañiz, a la que tanto quiso, y el Bajo Aragón, tuvieron mucha suerte de contar con José María Pascual entre sus gentes. Su recuerdo perdurará entre ellos. Hasta tal punto llegó su bonhomía, que sus incluso sus más cerriles oponentes han reconocido su aportación a la convivencia, concordia, impulso económico social, económico y cultural de la tierra bajoaragonesa en estas cuatro últimas décadas. No es esta poca gran virtud en la vida: saberse amado y respetado incluso por tus enemigos en un tiempo terrible para la escena pública y sus principales caracteres: los políticos.

Muchas gracias y descansa para siempre en paz.

viernes, octubre 24, 2014

La muerte de Ramiro Pinilla


      © Fernando Gómez Larrea



Ha muerto Ramiro Pinilla. Vivió una vida larga y plena no siempre en paz. Tenía 91 años y más amigos que los que él seguramente pensaba. Tuve la gran suerte de ser uno de ellos. Le conocí y disfruté de su compañía y cariño durante varios años en el País Vasco. Su recuerdo me acompañó para siempre, hasta tal punto que la semana pasada escribí un artículo sobre él que ya nunca más leerá. Maldita premonición. Fue un hombre bueno, valiente y libre. También era generoso, prudente y muy silencioso. Fue uno de los grandes escritores de la última mitad del siglo XX en España. Un caballero y un escritor sin fama que huía de las estridencias. Vivió protegido siempre bajo su irredento individualismo que levantó con sus propias manos, como la casa donde vivía. Su obra literaria está a la altura de los más grandes de su tiempo. Sólo la historia y sus muchos lectores le juzgarán. 

En 2010, hace ya cuatro años, publiqué algunos de mis recuerdos sobre él que siguen todavía muy frescos.

Gracias y hasta siempre, Ramiro.


La desobediencia civil

Durante los años que viví en el País Vasco conocí a personas muy interesantes con las que sigo manteniendo una sincera aunque distante amistad. Una de ellas era un viejo escritor olvidado al que más de dos décadas de nacionalismo político infame y sectario habían apartado de cualquier círculo cultural en su tierra. Se llamaba y se sigue llamando Ramiro Pinilla. Junto a él y otras personas participaba los lunes en una especie de tertulia literaria casi secreta donde hablábamos de libros, escritores, y a veces de política. Espero que la sigan haciendo y el hueco que dejé lo haya ocupado otro.

Pinilla es un tipo muy particular. Anda ya por los 87 años y hasta donde yo se la salud le responde muy bien. Durante aquellos años en Euskadi en que lo traté, Pinilla concluyó ‘Verdes valles, colinas rojas’, una trilogía majestuosa que ha sido considerada por los críticos como la gran novela vasca y donde invirtió casi veinte años de escritura paciente forjada a la sombra de casi todos. 

Durante esos años, a veces quedaba con él e iba a visitarle a su caserío, un viejo edificio con jardín que él mismo se construyó a las afueras de Getxo. Teníamos una especie de pacto: yo saqueaba su biblioteca y a cambio le ayudaba a hacer leña para la chimenea o le echaba una mano con el jardín, que poco a poco iba devorando la casa.

Me acordé de Pinilla el otro día cuando desde determinados círculos se empezó a oír hablar de “desobediencia civil” ante la imposición de la prohibición de los toros en Cataluña. El autor de aquello fue Henry David Thoreau, un escritor y filósofo norteamericano de principios del XIX con ciertas tendencias anarquistas. Solía decir Thoreau, al que algunos consideran el primer ecologista de la historia, que “un gobierno no debe de tener mayor poder que el que los ciudadanos estén dispuestos a concederle”, algo que por aquí estamos bastante de acuerdo. 

Todo aquello surgió en 1846 cuando el joven escritor norteamericano se negó a pagar impuestos como protesta por la esclavitud y por la guerra que su país mantenía entonces con México. Como era de esperar, Thoreau recaló con sus huesos varios días en la cárcel, pero su ejemplo le sirvió un siglo más tarde a Mahatma Gandhi y a Martin Luther King para iniciar sus movimientos de lucha social.

Un par de años antes, Thoreau quiso experimentar la vida en la naturaleza y vivió dos años en una cabaña en el bosque alimentándose de lo que cultivaba, “para no descubrir cuando le llegase la muerte, que no había vivido”. Fruto de aquello fue ‘Walden, la vida en los bosques’, un pequeño ensayo que sigue cautivando a generaciones de jóvenes. 

Cuando el éxito le llegó pasados los ochenta años a Ramiro Pinilla, un día me mostró una vieja piedra tallada en la puerta de su caserío que la hiedra casi había escondido. Tenía escrito un nombre: ‘Walden’, un homenaje a sus lecturas de juventud. Entonces volvió a dejar caer la hiedra sobre la piedra mientras me guiñaba un ojo y supe que aquel viejo caserío no representaba sólo su hogar, sino también un símbolo de libertad y de individualismo frente al infierno que suponen los otros.

sábado, octubre 04, 2014

Ayuda a Paulino Mamani


Este hombre que ves sonreír es el mejor explorador de América del Sur. Su nombre es Paulino Mamani. En las tres últimas décadas ha llegado hasta los más recónditos lugares en la ceja de selva andina. Ha descubierto ruinas escondidas durante siglos, ha rastreado caminos incas olvidados y ha llegado tan lejos como nadie nunca antes lo había hecho. Sus cualidades como explorador y aventurero solamente están a la altura de sus virtudes como hombre. Es la persona más buena, honesta, leal, generosa y trabajadora que he conocido. 

Paulino Mamani y Javier Zardoya, en las ruina de Tambocancha (Perú), 2014. (c) Greg Deyermenjian


Pero Paulino Mamani, el hombre que ha superado todos los terrenos y adversidades, se enfrenta ahora al mayor enemigo de su vida. Hace unos días le han diagnosticado leucemia en estado avanzado, un tipo de cáncer que afecta a la médula ósea y a la sangre. Si no recibe un tratamiento rápido morirá. Sus hijos perderán al mejor padre y Perú enterrará a uno de sus mejores hombres. Sus amigos y todos los que le queremos hemos superado el shock inicial y hemos pasado a la acción. No queremos ni podemos dejarle solo en este difícil viaje. Desde hace unos días estamos buscando los medios para que reciba quimioterapia con la que combatir la enfermedad. Paulino Mamani ha trabajado desde que tenía uso de razón. Es agricultor de café en la selva al norte del Cuzco, pero como la mayoría de campesinos y gente del campo carece de seguro médico. Sus amigos estamos realizando una petición de auxilio para reunir fondos con los que pagar el tratamiento. Si lees esto y quieres ayudar a Paulino Mamani de alguna forma en estos difíciles momentos, por favor, ponte en contacto conmigo.

Gracias por leer esto.

Javier Zardoya


Gregory Deyermenjian y Paulino Mamani a resguardo de la lluvia, Meseta de Pantiacolla, 2012. (c) Javier Zardoya


This man you see smiling is the best explorer in South America. His name is Paulino Mamani. In the past three decades he has reached the most remote places on the edges of the Andean jungle. He has discovered ruins hidden for centuries, has tracked forgotten Inca trails, and has gone as far as anyone ever has. His qualities as explorer and adventurer equal his virtues as a man. He is the most good, honest, loyal, generous, and hardworking person I have ever met. 


Paulino Mamani tras capturar a una víbora. (c) Greg Deyermenjian         

Goyo Toledo y Paulino Mamani, en las alturas de Pantiacolla. (c) Greg Deyermenjian



But Paulino Mamani, the man who has overcome all terrains and adversities, now faces the greatest enemy of his life. A few days ago he was diagnosed with advanced leukemia, a cancer that affects the bone marrow and blood. If he does not receive prompt treatment will die. His children will lose the best father, and Peru will bury one of its best men. His friends and all who love him have overcome the initial shock and are taking action. We can not and will not to leave him alone in this difficult journey. A few days ago we began looking for ways for him to receive chemotherapy to combat the disease. Paulino Mamani has worked ever since he can remember. He is a coffee farmer in the jungle north of Cuzco, but, like most farmers and rural people, lacks health insurance. His friends are making a request for help to raise funds to pay for treatment. If you read this and want to help Paulino Mamani somehow in this difficult time, please contact me.

Thank you for reading this.

Javier Zardoya

Paulino Mamani señalando el horizonte frente a la Meseta de Pantiacolla (Perú) durante la expedición de 2012. (c) Javier Zardoya










martes, junio 03, 2014

El futuro

Lo dudo mucho porque esto apesta a arreglo bipartidista con manos por debajo de la mesa de espaldas a la ciudadanía, pero tengo cierta confianza en que Felipe de Borbón pueda liderar ese regeneracionismo necesario para todo el país. Parece bastante más sano moral y éticamente que su padre, que como ya dije lleva más de 5 años haciendo el idiota y poniendo en riesgo la estabilidad entera del país, junto con toda esa ralea de políticos sinvergüenzas y jueces corruptos criados al calor de la escasa exigencia de responsabilidades de un país entero. Pero también digo que si quiere ganarse a dos generaciones de españoles que hemos nacido después de Franco, que no tenemos por qué creer en nada ni confiar en nadie visto el panorama, lo que tendría que hacer el futuro Felipe VI es ser él mismo quien se someta a referéndum antes de iniciar este nuevo futuro juntos. Ahí construirá las bases de su apoyo moral y social: si no, aunque se salve ahora el delicado momento con el besuqueo político de turno, en el futuro siempre estará marcado por ese estigma. Un referéndum le hará más fuerte y hará más fuerte al país. No tengáis miedo.



Vuelve Costa



Pasa a veces cuando conversas con periodistas y gente de esa calaña, que se empieza hablando de la mejor manera de freír unas manitas de cerdo y la cosa acaba desembocando en tipos ya bien muertos y enterrados como Ortega y Gasset o Joaquín Costa. Andaba el otro día en conversaciones con mi amigo Darío Vidal sobre si la nuez moscada le iría mejor que el clavo a esa parte tan noble del cerdo que son las manitas que andaba yo empeñado en cocer. Él me sugería granos de pimienta y yo le contestaba que, en el campamento de gitanos donde habito –es un decir-, había poco más que sal y algo de aceite con que apañarlas. También que los ajos californianos aunque gordos y lustrosos, a mi juicio tenían poca sustancia que añadirle al guiso.

En cualquier caso, maestro, te agradezco los consejos gastronómicos que no se alguna vez conseguiré poner en práctica y hacer comestibles tales viandas. Te adelanto que al primer intento han salido regular, y ni el perro del vecino al que se las ofrecí les hizo mucho caso. Quizás fuese sólo la falta de hambre, sabe Dios.

Como les comentaba, solía decir Ortega y Gasset ya en 1909 que España era un problema que sólo podía solucionarse a través de Europa. Para él, la europeización de España no significa que ésta acabe pareciéndose a Francia o a alguna de las otras grandes naciones europeas, sino que significaba la creación de una ‘”interpretación española” del mundo, interpretación que sólo sería posible cuando se superase el atraso español en letras y ciencias. De esta forma, creía Ortega como buen patriota, que “los horizontes de nuestro país se extenderán hasta el infinito aupados en la cultura europea”.


Cuando decía esto, Ortega y Gasset era por entonces unos de los catedráticos de universidad más jóvenes en todo el mundo a sus 27 años. Como no podía de ser de otra forma, Ortega admiraba profundamente al mayor hombre político de su tiempo, que no era otro que Joaquín Costa, a quien le dirigió elogiosas cartas, artículos y lo citaba siempre que podía. Veía en el coraje, la inteligencia suprema, los bramidos y la pasión desaforada del aragonés los rasgos más vigentes de ese iberismo diferenciador que cambiase las cosas. Costa también creía en la europeización de España como solución, a diferencia de Unamuno o Baroja que, como buenos vascos, lo que les ponía era lo de españolizar Europa.










Joaquín Costa, retratado por Juan José Gárate.

Permítanme aquí un pequeño inciso, porque siempre he escuchado muchas idioteces al respecto y pocas veces he dicho nada. A los vascos y a los navarros -y los conozco un poco-, cuando los dejan tranquilos y no les dicen lo que tienen que hacer, a españoles no los gana ni Dios. Fue Juan Sebastián Elcano, de Getaria (Guipúzcoa), quien con bandera española se ganó para la eternidad su Primus circumdedisti me (“El primero que me diste la vuelta”). Dos años después, como buen navegante, murió explorando de nuevo la inmensidad del Océano Pacífico.

Y más de un siglo después de la gesta inmortal del vasco, fue otro español del norte, en este caso aragonés, Pedro Cubero, de El Frasno, provincia de Zaragoza, quien a pie en vez de navegando durante los nueve años que van de 1670 a 1679, fue el primero que se empeñó en dar la vuelta alrededor del mundo entero y regresar luego al pueblo que le había visto nacer. Al revés que Elcano, lo hizo de Oriente a Occidente. Luego escribió un libro explicando la mitad de las cosas que había visto y, claro, los de su pueblo creían que exageraba. Se ve que esta gente al norte del Tajo, cuando se empeñan en dar un pasico detrás de otro, hay pocos que consigan hacerles frente.





En fin, como les iba diciendo, a los vascos, simplemente, lo que les gusta y les pone -como a los aragoneses-, es la sana costumbre de llevar la contraria a quien haga falta. Yo, que no soy vasco sino aragonés, como Costa y Cubero -aunque dos de mis abuelos fuesen navarros- y que en el País Vasco pasé los más felices años de mi vida, lo que digo es que la solución está en vasquizar España y después, si se deja, el resto de Europa. Luego ya, para el que quiera algo más, y si acaso pagando, se les podría aragonizar. Pero no me hagan mucho caso no vaya a ser que acierte y aún tenga la fórmula sin patentar.

Pero volvamos a Ortega quien, copiando a Costa -que lo sufrió en sus propias costillas-, decía y con razón que el origen de los males de la España de su tiempo estaba en el sistema parlamentario español, con sus compras de votos y sus caciques. Léanse ‘Oligarquía y caciquismo’ que Costa ya escribió en 1901 y no me digan si no tiene muchas similitudes con el clima de podredumbre moral, social, económica e institucional que se vive en España desde hace años.

Me acordaba de todas estas cosas mientras Darío me explicaba lo de la nuez moscada y me contaba además lo de ‘Podemos’ en las últimas elecciones europeas. La cosa ha sorprendido y ha asustado a muchos. La derecha española ha reaccionado como siempre, con desprecio, soberbia, pasotismo y negando lo evidente; en el PSOE, también como acostumbran, en plan pelea de gitanas viejas en plena calle, tirándose las alpargatas a la cabeza y despertando a los vecinos del portal a gritos.

No lo he seguido en detalle y no tengo todavía juicio exacto, pero me da que los más de un millón de españoles que han votado a ese partido no son todos rojos ‘perroflautas’ salidos del 15-M como algunos tertulianos, sociólogos de partido y demás ralea ya los han bautizado. Quizás unos cuantos entre ellos, quizás millones en las próximas elecciones, crean como creyó Costa que los males de España han cambiado muy poco en cien años. Y que la oligarquía y el caciquismo, con otras caras, formas y matices que como los sufrió el de Monzón, siguen plenamente vigentes, a los que sólo se puede combatir instaurando de nuevo el regeneracionismo. A este paso no quedará otro remedio que ir a Zaragoza, desenterrar a Costa de su tumba, clonarlo, y utilizar su grandiosa cabeza como ariete para asaltar el Congreso. De nuevo vuelve Costa. Si alguna vez se había ido de España. Y si no al tiempo.



Tumba de Costa en Zaragoza. Fuente: http://carlosbravosuarez.blogspot.com/



miércoles, abril 23, 2014

Feliz Día de San Jorge


Happy Saint George´s day.

Feliz día de San Jorge, patrón de Aragón, patrón de Inglaterra, patrón de Georgia, patrón de Lituania, patrón de Portugal, patrón de Irlanda, patrón de Serbia o Montenegro, entre otras naciones cristianas.

Es el mayor símbolo de la lucha contra el Islam, utilizando como grito de guerra junto al de Santiago, lucha que encabezaron los reyes Alfonso VIII de Castilla, Pedro II de Aragón y Sancho VII de Navarra en España. Protector de agricultores, soldados, arqueros, prisioneros, herreros, gentes del circo, montañeros y scouts. Se le invoca para bendecir una casa nueva o contra las arañas.

Desde 1929, San Jorge es también el día del libro, por ser el día (de 1616) en que murieron Miguel de Cervantes y William Shakespeare, los dos mayores titanes de la literatura universal. En rigor, ninguno de los dos murió este día: Cervantes murió el 22 y fue enterrado el 23; Shakespeare falleció el 3 de mayo. Si hacemos caso a la leyenda fue un soldado romano nacido turco, nombre real: Jorge de Capadocia. Murió combatiendo en Palestina.

Mi amigo el periodista y escritor Darío Vidal, padre del pintor Rubén Vidal, lo convirtió hace dos décadas en uno de los símbolos de la ciudad de Alcañiz (Teruel), donde todavía hoy se le honra y se le representa cada 23 de abril.

Nota para redactores de RTVE: sí, en Cataluña y algunas zonas de habla catalán se le denomina Sant Jordi, y en días como hoy también se le honra al tiempo que se les regala a las mujeres una rosa.





Batalla del Puig (hacia 1410/20). El rey de Aragón, con corona, viste sobreveste con el Señal Real, armas que también ostentan las gualdrapas de su montura. San Jorge, en segundo plano, con cabello rubio, luce la Cruz de San Jorge. Fuente: Wikipedia.org



viernes, abril 18, 2014

Tres vidas


Hace más de cuatro años escribí en un periódico aragonés este artículo a raíz de la publicación de la biografía más completa sobre García Márquez hasta ese momento. Hoy ha muerto el colombiano que nos llevó a todos de la mano a recorrer las selvas imaginarias, a comer el banano asado y a emprender sin descanso mil y una insurrecciones...
Gracias y adiós, Gabo.


"Dice Gabriel García Márquez en la biografía “tolerada” -que no autorizada- que ha conseguido sonsacarle el escritor inglés Gerald Martin tras 19 años de trabajo que todos tenemos tres vidas: la pública, la privada y la secreta. Eso parece cosa muy cierta, sobre todo para un hombre como Gabo, que a lo largo de sus más de ocho décadas ha ido creando a su alrededor un sinfín de leyendas. Sin caer en la tentación del marketing, esperaremos con ansia a descubrir que tiene que ofrecer entre sus páginas el libro, alambicado de anécdotas y detalles hasta ahora desconocidos de la vida del Premio Nóbel “por la tenacidad para investigar ciertos aspectos que sólo tienen los perros rabiosos y los ingleses”.

Así, gracias a un inglés, o quizá a pesar de él, podamos desentrañar algunos de los secretos que todavía permanecen ocultos en ‘Cien años de soledad’ y su arranque demoledor relatando el éxodo de José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán hasta encontrar un claro en la selva y fundar Macondo “a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos”.


Resulta cuando menos trágico que haya tenido que ser un inglés quien nos descubra que es de la mala niñez de Gabo de dónde bebe el origen de todos esos maravillosos sentimientos de desamor, abandono y traición que se desparraman sin freno en la obra maestra del colombiano. Según cuenta García Márquez, perdió su virginidad en un burdel a los catorce años, experiencia que le resultó “sórdida y humillante” y que luego plasmaría con saña en sus libros. Ahora recuerdo que Camilo José Cela, en ‘Memorias, entendimientos y voluntades’ -uno de los libros con los que más me he reído en mi vida- relata también su primera experiencia sexual con algo más de sorna y riéndose siempre de sí mismo: “en una casa de lenocinio con una pilingui ni muy joven ni demasiado vieja que se puso hacer calceta mientras yo hacía lo que podía”.

Tanto Gabo como Cela, con sus seis vidas plagadas de secretos públicos e inconfesables, plasmaron en sus páginas experiencia aterradoras, crueles y maravillosas que hace que cuando nos detengamos en sus historias y las comparemos con la realidad actual no podamos sentirnos sino defraudados al ver como se repiten vidas y errores como ya anunciaba la sabia y vieja Úrsula cuando decía que "la vida gira siempre en redondo".


miércoles, enero 22, 2014

Yo también maté gatos de crío


Una de las pocas cosas que echo en falta de escribir a diario en los periódicos son las tensiones, apreturas y los mire usted que se montaban casi a semana por cualquier pajarraca que se publicada. Confieso que el arriba firmante tenía entonces una especial predilección por los detalles truculentos, escabrosos, surrealistas y tremendistas, tan abundantes y fértiles en Aragón. Considera uno que añaden poso y cierto regusto a temas y asuntos que de otra forma el lector no se tragaría. Así que a veces -eso hay que reconocerlo-, se juntaba el hambre con las ganas de comer, y el especial del día en el periódico venía servido en forma de reportaje a palos, crónica con cartuchos de posta o en forma de banderilla de artículo sin reglamentar.

Una vez en el bar de un pueblo en el que me reconocieron después de la resaca de uno de aquellos reportajes de los que les hablo me dijeron: “Usted –perdone que sea así de franco- pero más que un escritor parece un periodista suicida, un francotirador de esos… Sí señor”. A continuación me invitó al café y me enseñó las últimas obras del pueblo.

Les cuento todo esto porque en los últimos días me venía rondando en la cabeza una anécdota de aquellas andanzas que pocas veces he contado. Escribo de memoria porque últimamente ando algo vago para echar mano de la hemeroteca, pero fue algo así: Se inauguraba en Alloza, una localidad minera del Bajo Aragón turolense, la recuperación de un entorno a las afueras del pueblo. Los vecinos y el ayuntamiento habían limpiado y desbrozado durante semanas la vaguada donde todavía resistía un antiguo acueducto y habían colocado bancos, farolas e incluso estatuas, quedando un estupendo lugar donde disfrutar de un paseo en la naturaleza respirando aire puro a la sombra de viejos árboles que crecían a la orilla de un riachuelo. La verdad es que el sitio había quedado como el oro.


Parque Escultórico `Los Barrancos' de Alloza. Fuente: http://paseosescapadasyviajes.blogspot.com/ 


Decenas de vecinos, alcaldes vecinos y unos cuantos diputados se juntaron allí para tan señalado acontecimiento. Poco antes de cortar la cinta, el alcalde, Manolo Royo, que no me acuerdo de qué partido era pero que da lo mismo, y a quien siempre le he tenido un cariño especial porque es un tipo tremendo y un hombre de los pies a la cabeza, agarró el micrófono y entonó unas palabras de solemnidad: “Queridos vecinos… Inauguramos hoy un parque en un sitio al que antes sólo veníamos de críos a tirar flechas y a matar gatos... Hemos colocado estas estatuas de un escultor allocino del que partió toda la idea y que nos las ha cedido. Hoy podemos sentirnos orgullosos de nuestro pueblo y nuestra gente. Cosas así son las que hacen falta en esta tierra”.

A continuación hubo merienda y no me acuerdo si también jotas, pero a mí ya me pillaron de camino a la redacción. Como se imaginarán, un detalle tan grandioso y apetecible como la mención del alcalde a las flechas y los gatos no lo podía dejar escapar, y palabra por palabra escribí aquello mientras –por qué no decirlo- me salivaba el colmillo dándole a las teclas.

El reportaje de la inauguración del parque escultórico de Alloza salió publicado a toda página y al día siguiente al mismo punto de la mañana recibí la llamada que ya me barruntaba: “Zardoya, pero mira que eres cabrón… El reportaje es tremendo y te lo agradezco, las cosas como son, pero lo de los gatos… Yo no digo que no lo dijese, porque lo dije y lo mantengo, pero hijo mío… ¿estabas obligado a escribirlo todo…?”. 

Luego colgó. Meses o semanas más tarde Manolo y yo nos volvimos a encontrar por otros motivos y nos saludamos como siempre, porque ya les he dicho que Manolo es un gran tipo. Pero el día de aquella llamada no se lo dije, y me parece recordar que me intenté fajar a Manolo y su cabreo quitándole importancia a la anécdota, así que he de confesar ahora que yo también maté gatos de crío. Mi hermano, mi abuelo y nuestra difunta gata podrían dar fe de ello. E hice muchas otras cosas peores como robar bicicletas y melones, romper farolas, comer huevos crudos, construir cañones o quemar pajeras sólo para ver cómo ardían. 

También intenté con escaso éxito convertir la mula mecánica de mi abuelo en un helicóptero. Y levanté fuertes de cañas en Los Olmares. Y taponé acequias e inundé caminos. Y otra vez, Manolo, para que lo sepas, metí una avestruz en una discoteca a las cuatro de la mañana en plenas fiestas del pueblo. Y también hubo otras hazañas y proezas como aquella de cuando –con la ayuda de otros sinvergüenzas- conseguimos parar el tren a Barcelona pegándole fuego a unos fajos de sarmientos en las vías. De muchas de aquellas cosas me arrepiento y de otras no. Y hay algunas más que me las callo. Pero sí, Manolo, aquel día no te lo dije, pero yo también maté gatos de crío.



  Fuente: http://www.fotocommunity.es/



lunes, enero 20, 2014

Las botas de siete leguas


Aquí les presento a mis viejas botas, que no por ser viejas y llevar remiendos y varias vulcanizaciones encima cree uno que deban esconderse a la opinión pública como hacemos con las basuras, los abuelos y las vergüenzas; más al contrario, esas grietecitas de aquí y aquel remiendo de allá emanan aromas y recuerdan los caminos, los ribazos y las sendas. Son pruebas de que se ha andado, si no todo lo que se debería, al menos lo que se ha podido o lo que le han dejado. Ya van para 15 años. Si fueran perro estarían a punto de dejar de perseguir a los gatos. A uno le parece que con un poco de grasa y cariño aún pueden aguantar otros tantos. Me costaron una semana de sueldo, pero Dios guarde por muchos años a Calzados Legarreta de Bilbao.





martes, diciembre 10, 2013

El Perro del Pacífico




Grabado del momento en que Vasco Núñez de Balboa toma posesión del «Mar del Sur», el océano Pacífico / MUSEO NAVAL


La historia ha demostrado que casi siempre llega un momento en la vida de cada hombre en el que no queda otra opción que elegir, barajar los naipes sobre el tapete de la vida y esperar que Dios reparta algo de suerte o que al mismísimo Diablo no se le trastabillen mucho los dados. A Vasco Núñez de Balboa le llegó ese momento un día de 1509.

Fue cuatro años antes de aquel 29 de septiembre de 1513, por el que pasaría a la historia como el primer occidental en alcanzar las aguas del Océano Pacífico. El baúl de las anécdotas está repleto a rebosar en vidas como las que llevaron los Balboa, los Alvar Núñez Cabeza de Vaca, los Juan Ponce de León (descubridor de Florida también en 1513) y otros muchos aventureros españoles de entonces. No resulta fácil quedarse con una carta, pero hay una muy genuina que resume bastante bien la clase de bravo que debió de ser el extremeño.

Cuentan las crónicas que allá por el año 1500, atraído por las noticias de los viajes de Colón e impulsado por las ansias de cuando se tienen 25 años, Núñez de Balboa se lanzó a su aventura en las Indias formando parte de la expedición de Rodrigo de Bastidas, recorriendo con ella buena parte de las costas del mar Caribe.

Hacia 1502, gracias al botín de varias expediciones en tierra firme, decide retirarse a La Española con idea de ejercer como agricultor en aquel vergel. Sin embargo la vida tranquila de hacendado en la isla no vino regada por el sosiego económico y se arruina. En 1509, acorralado por las deudas y sus respectivos acreedores, decide poner aguas de por medio. Había llegado el momento en el que se barajan los naipes.



Como no podía ser de otro modo, la huida estuvo a la altura histórica del personaje: se embarcó como polizón en una nao en el interior de un barril, acompañado de su perro Leoncico. No se hace difícil imaginar el cariño que Balboa debía sentir por aquel animal convertido entonces en su único patrimonio para no dejarlo atrás, pero ya no es tan fácil bosquejar la escena del extremeño vestido con toda armadura y escondido dentro de aquella pipa de madera junto con el perro. Debió de ser digna de película hasta que los descubriesen en alta mar



Con no pocas artes, logró Balboa convencer al comandante de la nave, Martín Fernández de Enciso, de lo útiles que le serían sus conocimientos de las costas caribeñas para el devenir de la expedición. El de Jerez de los Caballeros salvaba así su pellejo de quedar colgado al sol en cualquier isla desierta. Una vez más, Balboa había lanzado sus dados apostando contra el Diablo, y había ganado por la mano.



En el envite a todo y nada por supuesto estaba incluido Leoncico, que no era lo que se dice un perro faldero para pasar por discreto polizón. Debía pesar sus buenos 30 o 40 kilos, y era un alano español, raza que por lo visto nos legaron los vándalos allá por el siglo IV en una de sus numerosas incursiones en la Península Ibérica. Con el devenir de los tiempos aquella casta prosperó y fue adoptada por los ejércitos aragoneses y castellanos en las numerosas guerras de Reconquista que les siguieron. Su “fuerza, nobleza, fidelidad y valentía” en mil batallas les dieron el definitivo pasaje a bordo para las Indias. De estos perros se decía que cuando entraban  en combate eran capaces de derribar y matar a un toro, y según los cronistas, “se apoderaban fácilmente de pumas, ocelotes, jaguares y hasta caimanes”.

Por lo visto a Leoncico el gen batallador le venía ya de estirpe. Era hijo de Becerrillo, uno de los primeros perros que viajó a América y participó en las primeras incursiones europeas en el nuevo continente junto a su amo, Sancho de Aragón. De la estima que los soldados españoles tenían por sus perros ya daba cuenta el cronista Gonzalo Fernández de Córdoba en su Sumario de la Natural Historia de las Indias (1526): “diez soldados con Becerrillo se hacían temer más que cien soldados sin el perro. Por ello tenía su parte en los botines, y recibía una paga como la de un ballestero. También recibía doble ración de comida, que en más de una ocasión era mejor que la de los propios infantes”.

No es ésta cita aislada del valor de los perros en la epopeya americana. El aventurero español Bartolomé Hurtado, fiel amigo de Balboa y que lo acompañó en la expedición definitiva hasta alcanzar el Pacífico, dejó escrito algo parecido: “Este hombre, se llama Vasco Núñez de Balboa, por otro nombre el Esgrimidor, pues sabe manejar la espada como nadie… su bravura es solo comparable con la de su perro Leoncico, este animalico que le lame ahora las botas… él solo es capaz con su amo, de hacer más estragos que todo un regimiento de soldados aguerridos”.



Claro que los indígenas tenían muy distinto concepto de los perros que acompañaban a los españoles. No fueron pocas las matanzas sin sentido que Balboa y otros conquistadores protagonizaron sobre los pueblos que habitaban aquellas tierras. En estas carnicerías, los perros tuvieron un papel esencial y pronto los indios comenzaron a tacharlos de “diabólica invención”. Tampoco los soldados que azuzaban a los perros debían apartarse mucho de este pelaje.

En el capítulo que dedica a la gesta de Balboa en Momentos estelares de la Humanidad,el escritor Stefan Zweig describe así el temperamento de la tropa ibérica: “Inexplicable mezcla la que existe en el carácter y naturaleza de estos conquistadores españoles. Devotos y creyentes como ninguno, invocan a Dios Nuestro Señor desde lo más profundo de su alma, pero cometen atrocidades. Obran a impulsos del más sublime y heroico valor, demuestran el más alto espíritu y capacidad de sacrificio, y al punto se traicionan y combaten entre sí del modo más vergonzoso, conservando a pesar de todo, en medio de sus vilezas, un acentuado sentido del honor y una admirable conciencia de la grandiosidad de su misión”.



Unidos en un solo conjunto, hombre y perro ibéricos, formaron el tándem perfecto para las primeras incursiones europeas en el continente americano. Los animales permanecían siempre alerta, no entraban en vanas polémicas como las que frecuentaba la tropa ni mucho menos se emborrachaban. Eran siempre la avanzadilla, los que descubrían los senderos y perseguían el rastro de la caza o de los indios en las enmarañadas selvas. Tampoco desertaban nunca.

Cada perro tenía asignado su cometido. Leoncico por ejemplo fue especializado en despedazar sodomitas lujuriosos, como los 40 o 50 indígenas que Balboa se encontró en una de las expediciones panameñas. Pedro Mártir de Anglería –quizá el primer periodista de América- en su Décadas del Nuevo Mundo (1530) relata así la matanza: “La casa de este encontró Vasco llena de nefanda voluptuosidad: halló al hermano del cacique en traje de mujer, y a otros muchos acicalados y, según testimonio de los vecinos, dispuestos a usos licenciosos. Entonces mandó echarles los perros, que destrozaron a unos cuarenta”.



Su padre, Becerrillo, ya había protagonizado similares escabechinas algunos años antes. Sin embargo, el episodio sobre este perro y una vieja india prisionera que relata el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo en su Historia General de las Indias (1535) demuestra que la mayoría de las veces, eran los propios canes quienes tenían más piedad y miramientos que los soldados: “el perro se paró como la oyó hablar, y muy manso se llegó a ella y alzó una pierna y la meó, como los perros lo suelen hacer en una esquina o cuando quieren orinar, sin hacerle ningún mal... Lo cual los cristianos tuvieron por cosa de misterio, pues el perro era fiero y denodado; y así, el capitán, vista la clemencia que el perro había usado, mandóle atar, y llamaron a la pobre india...Y desde a un poco llegó el gobernador Juan Ponce de León; y sabido el caso, no quiso ser menos piadoso con la india de lo que había sido el perro, y mandóla dejar libremente y que se fuese donde quisiese, y así lo hizo”.

En otras ocasiones, los mismos perros eran usados como alimento humano. No pocas de las primeras expediciones españolas por tierras americanas acabaron en terribles fracasos. Al agotamiento, la belicosidad indígena, las lluvias, las marchas por espantables montañas e infranqueables junglas se le sumaba siempre al final el hambre y el desaliento. Sólo en la mesiánica expedición de Gonzalo Pizarro buscado el maravilloso y ficticio País de la Canela los supervivientes del viaje tuvieron que devorar a más de novecientos perros.

Como buen perro soldado, Becerrillo encontró la muerte en combate. Fue una flecha envenenada con ponzoña de los indios caribes en un ataque contra una hacienda que defendía Sancho de Aragón. Su amo removió cielo y tierra para salvarlo, pero resultó en vano.

Pero la sangre de Becerrillo no murió del todo. Continuó su estirpe leguas al sur del continente. El mejor de sus vástagos acompañó a Vasco Núñez de Balboa y esos 67 locos españoles que le siguieron paseando en la playa en aquella soleada mañana del 29 de septiembre de 1513, día de San Miguel Arcángel. Cuatro días antes, Vasco Núñez de Balboa y Leoncico ya habían oteado aquella mar desconocida de la que hablaban los indios desde la cima de una cordillera cercana. El nombre del patrón de los ejércitos de Dios fue empuñado para bautizar aquel golfo que 500 años después aún conserva.



Uno se los imagina admirando la inmensidad y bravura de sus costas, metidos en el mar hasta la cintura, probando el agua y dando fe que de verdad era salada; quizá también procurando algunos sablazos contra los árboles o escribiendo sus nombres sobre la arena. Otros acaso buscando otear el final de las aguas del mayor océano del planeta, cuyas olas engullían la vista.




Leoncico allí, contemplando la escena, como un soldado de cuatro patas. Alegre porque veía a los hombres con júbilo, intrigado de no entender el motivo de tanto alboroto. Jugando con las olas quizás, pero sin descuidar ni un momento esa mirada avizora sobre su amo; esa mirada que sólo los perros ofrecen sin esperar nada a cambio. Quizás ni siquiera entonces escribiesen su nombre sobre la arena.

Publicado en la revista FronteraD el 10 de octubre de 2013. 

jueves, marzo 21, 2013

Invadir España



Lo confieso: he recaído.
Sí, ya se que prometí a algunos que no volvería a ver las noticias en la tele, pero ayer la morriña, la curiosidad, ese punto masoca que todos tenemos, o yo que cojones se me pudo. Y recaí.
Voy y enchufo el canal 24 Horas de RTVE vía Internet. Maldita la hora. Virgen Santísima (con perdón). ¡Qué panorama!

Primera noticia: El ERE andaluz, con invaluables imágenes de políticos corriendo por la calle, saliendo y entrando a prisión como si nada aliñado con sindicalistas, chóferes-asesores, farlopa por el medio y tarjetas de créditos perdidas en puticlubs de media Andalucía.
Segunda noticia: sigue el caso Bárcenas, con más millones en Suiza, un 10% más chulesco que la última vez y más mentiras encadenadas.
Tercera: continúa la charlotada interna del Pesoe y no se qué mierda con el alcalde de Ponferrada. Se prepara un nuevo comité para sonreír ante las cámaras y decir que buenos que somos. 
Cuarta: más asesores, más hijos y más detectives torrentescos en la corrupción del estercolero catalán. Aparecen con declaraciones de refilón en la noticia una ex amante de uno de los vástagos del clan Pujol -ya crecidito- y la nosequé del Pepé catalán, que parece que le han rellenado la cara con silicona de esa de las ventanas y le ha afectado al habla y por ende al cerebro.
Quinta: la alcaldesa de Madrid, con nueva permanente de peluquería de las caras, habla a los medios de comunicación como si se dirigiese a los niños de un colegio de párvulos justificando el enésimo intento por llevarse las Olimpiadas.

Uf. Llevo engullidos casi 20 minutos y estoy casi a punto de echar la pota. Mi punto masoquista también tiene un límite, no se crean. La puntilla me la da el paso a los Deportes y cuando veo aparecer la jeta de Mouriño en la pantalla del ordenador me digo a mí mismo: suficiente, vale por hoy. Le doy clic al ratón y cierro semejante murga. Me pongo una emisora americana que últimamente he descubierto: noticias de Oklahoma mezcladas con música clásica. No está mal. Tiene su aquel el cóctel.

Luego, se me ocurre chequear mi correo electrónico. Cuando lo abro parece que vaya a estallar de basura.
Entre los emails rescato uno de un amiguete que me pregunta que cuándo regreso a España.

En ese punto ya no me contengo y le contesto:

"Querido XXX:

Gracias por tu correo. Me alegra de volver de saber de ti y blablablá (...) Aunque me gustaría volver a echarme unas cervezas con vosotros, más vale que no regrese a España en mucho tiempo, porque si vuelvo será para invadirla y arrasarla. Sí, si regreso alguna vez, lo primero que haré después de bajar las escaleras del avión en el aeropuerto será directamente irme a la cima del Aneto. Una vez allí, me deleitaré unos minutos con el paisaje infinito de las cumbres aragonesas y observaré el vuelo limpio y discreto del quebrantahuesos. Luego, cuando haya recobrado el aliento, me encenderé un cigarro que tengo reservado para la ocasión. Después de unas cuantas caladas con ese mismo cigarro enchufaré el lanzallamas e iré monte abajo. A tajo. Provincia a provincia, de Norte a Sur y de Este a Oeste, del Valle del Baztán hasta el Cabo de Gata; desde el Cabo de Rosas hasta Finisterre pasando por el Bidasoa, poco a poco, piedra a piedra, que vaya ardiendo delicadamente todo al paso. Te aseguro que me llevaré a cuantos pueda por delante (...). Saluda a todos de mi parte. Os echo de menos. Un fuerte abrazo".

Contestación de mi amigo:

"Recibido. Tus antiguos amigos te esperamos en el aeropuerto. Avísanos con tiempo porque hay mucha gente que quiere apuntarse a esa fiesta. Gasolina preparada. Te extrañamos. No tardes. Un abrazo".



martes, marzo 05, 2013

A María, letra M




A María Moliner poco a poco la van sacando del ostracismo cultural en el que ha vivido demasiadas décadas por culpa de unos y otros en un país tan retorcido y difícil como España, que tanto le debe. Creo que se está preparando una ópera sobre su vida y hace poco me enteré que han subido a la escena teatral su enorme figura con una obra que se titula, como no podía ser de otro modo, "El diccionario".

A la lexicóloga aragonesa la interpreta la actriz Vicky Peña, que según los críticos está estupenda en el papel. Pueden leer una interesante entrevista con la actriz acerca de la obra aquí.

He de confesar que María Moliner siempre ha sido una de las debilidades del arriba firmante. Su discreción, rigor, modestia, lucha interior, su inmensa fuerza, y sobre todo, la ambición personal de esta mujer increíble en plasmar en un propio diccionario todo su saber léxico, contraponiendo el canon establecido por la RAE en la época, es una de las mayores hazañas culturales de la historia de la humanidad.

Con su permiso, me cito a mi mismo y recupero un viejo artículo que publiqué en el periódico La COMARCA del Bajo Aragón hace unos años con motivo del 110 cumpleaños de esta mujer universal e irrepetible:


A María, letra M (30-03/10)


Hoy se cumplen 110 años desde que María Moliner viese la luz en su Paniza natal. Algo debe de tener ese bendito pueblo escondido entre viejos viñedos para que en apenas unos años allí naciesen la mayor lexicógrafa que ha dado España y uno de sus mejores poetas: Ildefonso Manuel Gil. 
María Moliner -que Dios la tenga en su gloria- llevó a cabo ella sola lo que no pudieron hacer una cincuentena de académicos de la RAE a lo largo de más de un siglo: un diccionario. Lo acabó en 1966 y desde entonces fue el más vendido y el más completo para el uso correcto del español. También es el más útil, divertido -todo lo que puede ser un diccionario de 3.000 páginas- y seguramente el más ameno de nuestra lengua.

A lo largo de casi veinte años y sus miles de largas horas, María se entregó a una tarea de titanes que no ha tenido ni tendrá parangón en la historia de la filología mundial. Gabriel García Márquez, que admiró mucho a la aragonesa, le dedicó un bello artículo en El PAÍS hace casi treinta años donde explicaba su proceso de trabajo. En 1951, cuando los hijos ya habían abandonado el nido familiar, la de Paniza se vio con demasiado tiempo libre y demasiadas fuerzas y se sentó en su terraza a escribir su diccionario. Al principio le dedicó dos o tres horas al día, pero a medida que sus hijos se fueron casando incrementó el ritmo. Al final, trabajaba casi doce horas en él, más sus cinco en la biblioteca. García Márquez, quien siempre ha tenido debilidad por estas historias de tenacidad sin límites, rememoró la gesta de la aragonesa en ‘Cien años de soledad’ y su José Arcadio Buendía, quien se retira del ejército para hacer y deshacer pececitos de oro en su casa tras emprender mil insurrecciones.


Una vez le preguntaron a un hijo de María Moliner cuántos hermanos tenía. “Dos varones, una hembra y un diccionario”, contestó. Sabía muy bien de qué hablaba. Calculó María que su diccionario le llevaría dos años de trabajo; cuando llevaba diez, andaba por la letra eme. Su marido a veces medía a escondidas con una cinta métrica los fajos de papeles y fichas bajo los que se escondía la filóloga y daba cuenta a sus hijos. “Otros dos años”, les decía.


Si alguna pega hay que ponerle a María Moliner y a su magnifico diccionario es que huye de intentar incluir cualquier taco o palabra malsonante. Y es que, María siempre fue una mujer muy decente. Por suerte, los que escribimos en español y tenemos debilidad por el arte del insulto tenemos a Camilo José Cela, y su ‘Diccionario secreto’, que de todo esto andan bien sobrados los libros del gallego. En 1972 fue la primera mujer candidata a entrar a la Real Academia de la Lengua. No la aceptaron por mujer y por ser una simple bibliotecaria. La aragonesa, en su humilde grandeza, agradeció con elegancia el desquite y el no tener que leer el discurso de entrada: “¿qué podría decir yo, si toda mi vida no he hecho más que remendar calcetines?”.