martes, junio 03, 2014

Vuelve Costa



Pasa a veces cuando conversas con periodistas y gente de esa calaña, que se empieza hablando de la mejor manera de freír unas manitas de cerdo y la cosa acaba desembocando en tipos ya bien muertos y enterrados como Ortega y Gasset o Joaquín Costa. Andaba el otro día en conversaciones con mi amigo Darío Vidal sobre si la nuez moscada le iría mejor que el clavo a esa parte tan noble del cerdo que son las manitas que andaba yo empeñado en cocer. Él me sugería granos de pimienta y yo le contestaba que, en el campamento de gitanos donde habito –es un decir-, había poco más que sal y algo de aceite con que apañarlas. También que los ajos californianos aunque gordos y lustrosos, a mi juicio tenían poca sustancia que añadirle al guiso.

En cualquier caso, maestro, te agradezco los consejos gastronómicos que no se alguna vez conseguiré poner en práctica y hacer comestibles tales viandas. Te adelanto que al primer intento han salido regular, y ni el perro del vecino al que se las ofrecí les hizo mucho caso. Quizás fuese sólo la falta de hambre, sabe Dios.

Como les comentaba, solía decir Ortega y Gasset ya en 1909 que España era un problema que sólo podía solucionarse a través de Europa. Para él, la europeización de España no significa que ésta acabe pareciéndose a Francia o a alguna de las otras grandes naciones europeas, sino que significaba la creación de una ‘”interpretación española” del mundo, interpretación que sólo sería posible cuando se superase el atraso español en letras y ciencias. De esta forma, creía Ortega como buen patriota, que “los horizontes de nuestro país se extenderán hasta el infinito aupados en la cultura europea”.


Cuando decía esto, Ortega y Gasset era por entonces unos de los catedráticos de universidad más jóvenes en todo el mundo a sus 27 años. Como no podía de ser de otra forma, Ortega admiraba profundamente al mayor hombre político de su tiempo, que no era otro que Joaquín Costa, a quien le dirigió elogiosas cartas, artículos y lo citaba siempre que podía. Veía en el coraje, la inteligencia suprema, los bramidos y la pasión desaforada del aragonés los rasgos más vigentes de ese iberismo diferenciador que cambiase las cosas. Costa también creía en la europeización de España como solución, a diferencia de Unamuno o Baroja que, como buenos vascos, lo que les ponía era lo de españolizar Europa.










Joaquín Costa, retratado por Juan José Gárate.

Permítanme aquí un pequeño inciso, porque siempre he escuchado muchas idioteces al respecto y pocas veces he dicho nada. A los vascos y a los navarros -y los conozco un poco-, cuando los dejan tranquilos y no les dicen lo que tienen que hacer, a españoles no los gana ni Dios. Fue Juan Sebastián Elcano, de Getaria (Guipúzcoa), quien con bandera española se ganó para la eternidad su Primus circumdedisti me (“El primero que me diste la vuelta”). Dos años después, como buen navegante, murió explorando de nuevo la inmensidad del Océano Pacífico.

Y más de un siglo después de la gesta inmortal del vasco, fue otro español del norte, en este caso aragonés, Pedro Cubero, de El Frasno, provincia de Zaragoza, quien a pie en vez de navegando durante los nueve años que van de 1670 a 1679, fue el primero que se empeñó en dar la vuelta alrededor del mundo entero y regresar luego al pueblo que le había visto nacer. Al revés que Elcano, lo hizo de Oriente a Occidente. Luego escribió un libro explicando la mitad de las cosas que había visto y, claro, los de su pueblo creían que exageraba. Se ve que esta gente al norte del Tajo, cuando se empeñan en dar un pasico detrás de otro, hay pocos que consigan hacerles frente.





En fin, como les iba diciendo, a los vascos, simplemente, lo que les gusta y les pone -como a los aragoneses-, es la sana costumbre de llevar la contraria a quien haga falta. Yo, que no soy vasco sino aragonés, como Costa y Cubero -aunque dos de mis abuelos fuesen navarros- y que en el País Vasco pasé los más felices años de mi vida, lo que digo es que la solución está en vasquizar España y después, si se deja, el resto de Europa. Luego ya, para el que quiera algo más, y si acaso pagando, se les podría aragonizar. Pero no me hagan mucho caso no vaya a ser que acierte y aún tenga la fórmula sin patentar.

Pero volvamos a Ortega quien, copiando a Costa -que lo sufrió en sus propias costillas-, decía y con razón que el origen de los males de la España de su tiempo estaba en el sistema parlamentario español, con sus compras de votos y sus caciques. Léanse ‘Oligarquía y caciquismo’ que Costa ya escribió en 1901 y no me digan si no tiene muchas similitudes con el clima de podredumbre moral, social, económica e institucional que se vive en España desde hace años.

Me acordaba de todas estas cosas mientras Darío me explicaba lo de la nuez moscada y me contaba además lo de ‘Podemos’ en las últimas elecciones europeas. La cosa ha sorprendido y ha asustado a muchos. La derecha española ha reaccionado como siempre, con desprecio, soberbia, pasotismo y negando lo evidente; en el PSOE, también como acostumbran, en plan pelea de gitanas viejas en plena calle, tirándose las alpargatas a la cabeza y despertando a los vecinos del portal a gritos.

No lo he seguido en detalle y no tengo todavía juicio exacto, pero me da que los más de un millón de españoles que han votado a ese partido no son todos rojos ‘perroflautas’ salidos del 15-M como algunos tertulianos, sociólogos de partido y demás ralea ya los han bautizado. Quizás unos cuantos entre ellos, quizás millones en las próximas elecciones, crean como creyó Costa que los males de España han cambiado muy poco en cien años. Y que la oligarquía y el caciquismo, con otras caras, formas y matices que como los sufrió el de Monzón, siguen plenamente vigentes, a los que sólo se puede combatir instaurando de nuevo el regeneracionismo. A este paso no quedará otro remedio que ir a Zaragoza, desenterrar a Costa de su tumba, clonarlo, y utilizar su grandiosa cabeza como ariete para asaltar el Congreso. De nuevo vuelve Costa. Si alguna vez se había ido de España. Y si no al tiempo.



Tumba de Costa en Zaragoza. Fuente: http://carlosbravosuarez.blogspot.com/



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