Explorations

Tras las huellas del Paititi





En septiembre y octubre de 2011, durante mi último viaje a Perú, conocí al explorador y psicólogo norteamericano Gregory Deyermenjian, el más famoso buscador de la leyenda del Paititi peruano, la misteriosa ciudad perdida donde se cree que se refugiaron los últimos incas.

Desde el siglo XVI con los primeros exploradores españoles, el Paititi ha sido buscado infractuosamente. Hasta el momento, todos los esfuerzos han sido en vano. Deyermenjian (Boston (USA), 1949) lleva tras sus pasos las últimas tres décadas y para mí un gran honor que me dejase acompañarle en su última expedición.
La idea primegenia era explorar una región del Santuario del Megantoni donde Deyermenjian tenía una serie de referencias. Los permisos oficiales no llegaron a tiempo y tuvimos que optar por improvisar un nuevo plan. El lugar elegido fue la región del río Chunchusmayo, cerca de la meseta de Pantiacolla, un area fuera de la zona reservada del Parque Nacional del Manu.


Aquí tienen un reportaje que publicó sobre el descubrimiento de la ciudadela de Miraflores el periodista Mariano García el 24 de diciembre de 2011 en HERALDO de ARAGÓN:

Descargar el reportaje en PDF

En abril de 2012, el conocido programa de investigación CUARTO MILENIO, que dirige el periodista Iker Jiménez en la televisión española CUATRO, realizó un extenso reportaje tanto del descubrimiento de la ciudadela de Miraflores como de una tribu no contactada que consiguió fotografiar el investigador español Diego Cortijo en las orillas del río Alto Madre de Dios (Perú).


Vea aquí el programa completo.




También disponen en este enlace del relato de lo que encontramos a cargo del periodista italiano Yuri Leveratto, que formó parte del equipo expedicionario:

Gran descubrimiento en los Andes peruanos: 100 años después del anuncio de la existencia de Machu Picchu, un equipo de investigadores independientes llegó a las ruinas de una ciudadela desconocida, oculta en la intrincada selva alta de la región de Cusco
La región de Cusco (Perú), de aproximadamente 72.000 kilómetros cuadrados de extensión, está ocupada en su mayoría (más del 50%) por un particular ecosistema llamado “selva alta”, el cual, a su vez, se divide en selva alta y bosque andino.
Durante el imperio de los Incas, la selva alta cumplía un rol muy importante, ya que era la frontera entre el mundo andino y el amazónico.
Los pueblos anteriores a los Incas (Wari, Pukara, Lupaca), construyeron durante siglos varias fortalezas llamadas tambo en quechua (lugares de descanso), así como ciudadelas o alcázares, que servían no sólo para delimitar el imperio, sino también como lugares de reposo y trueque, donde se solía intercambiar con etnias de Chunchos, Moxos y Toromonas los productos de la selva (coca, oro, miel, plumas de ave, hierbas medicinales) con los de la sierra (camélidos y cereales andinos, maca y varios tipos de papa).
   
Las fortalezas más conocidas son: Espíritu Pampa y Vitcos (ambas en la región de Vilcabamba), Abiseo, la fortaleza de Hualla, Mameria y la fortaleza de Ixiamas (Bolivia). Según varios exploradores, entre los cuales se encuentra el peruano Carlos Neuenschwander Landa, existe una última fortificación, aún desconocida, que fue utilizada por los Incas cuando escaparon de Cusco en 1537: se trata del mito del Paititi andino que se mezcla con la leyenda recopilada por Oscar Núñez del Prado en 1955, y que reconoce el Paititi como el oasis donde se refugió el semidiós Inkarri después de haber fundado Q’ero y Cusco. Carlos Neuenschwander concentró todas sus investigaciones en el llamado “altiplano de Pantiacolla”, una áspera y fría zona andina situada entre los 2500 y los 4000 metros de altura sobre el nivel del mar, entre las regiones de Cusco y Madre de Dios. La meseta de Pantiacolla (del quechua: lugar donde se pierde la princesa), está por excelencia entre los lugares menos accesibles del mundo, por varios motivos. Primero que todo, la lejanía de cualquier poblado y la dificilísima orografía del terreno: profundísimos cañones donde fluyen impetuosos ríos y empinadas laderas donde hay sólo unos cuantos senderos angostos, que a veces no son transitables ni siquiera por mulas, lo que complica el acceso al altiplano.

  
Además, el clima, siempre cambiante, es muy severo, con fuertes vientos, lluvias, granizadas y a veces nieve y tempestades, intercaladas por breves períodos de sol. La temperatura puede bajar a -10 grados de noche, mientras que de día oscila entre 0 y 5 grados. El último y quizás más importante motivo que vuelve casi inaccesible a la “meseta de Pantiacolla” es el hecho de que, en las zonas adyacentes (situadas a alturas más bajas), como el Santuario Nacional Megantoni y la zona “intangible” del Parque Nacional del Manu, viven indígenas aislados (no contactados) que en ocasiones pueden ser muy agresivos. Me refiero a grupos de Kuga Pacoris, Masko-Piros, Amahuacos y Toyeris. El valle del Río Mapacho-Yavero, inicialmente llamado Río Paucartambo, sirve de acceso a la cordillera de Paucartambo, la última verdadera cadena montañosa andina (con cimas de más de 4000 metros), antes de la selva baja amazónica, la cuenca del Río Madre de Dios. El objetivo de nuestra expedición a la cordillera de Paucartambo fue el de estudiar y documentar los senderos incaicos del valle del Río Chunchosmayo (Río de los Chunchos, antiguos y terribles pueblos de la selva), que conducen al altiplano de Pantiacolla y posiblemente a la mítica Paititi de Inkarri. La expedición comenzó en Cusco, la ciudad que fue capital de los Incas. En total, éramos 5 participantes: el estadounidense Gregory Deyermenjian, los peruanos Ignacio Mamani Huillca y Luis Alberto Huillca Mamani, el español Javier Zardoya y yo.

   
Los últimos días antes de emprender la expedición los pasamos en el gran mercado de Cusco, comprando los víveres necesarios para un total de 11 días. Muy importante, para una expedición andina, fue la compra de algunos kilos de hojas de coca y de la llamada “lipta”, una especie de edulcorante a base de estevia o ceniza que sirve de “catalizador” para poder asimilar las propiedades benéficas de las hojas de coca. Otro “reto” fue la elección del equipo, puesto que debíamos estar preparados no sólo para el clima tropical del bajo Yavero, sino también para el frío intenso de la cordillera, ya que habíamos previsto llegar a más allá de los 3000 msnm. Partimos en la madrugada en dirección del valle del Río Yavero con una poderosa camioneta conducida por un chofer experto. Después de aproximadamente diez horas de ardua carretera destapada, llegamos a un lugar llamado "punta carretera", en el valle del Río Yavero. Es un valle muy estrecho, poco poblado, sin calles (salvo por la única vía de acceso) y sin electricidad. Los pocos campesinos que viven allí cultivan principalmente café.

   
A la mañana siguiente, con la ayuda de dos mulas, empezamos a caminar por una empinada ladera, descendiendo en aproximadamente cuatro horas al Río Yavero, en el punto donde se encuentra el puente suspendido "Bolognesi". Ubicación: 12° 38.739’ lat. Sur / 72° 08.129’ long. Oeste. Altura: 1222 msnm. Debajo de aquel puente tambaleante fluye el impetuoso Yavero (afluente del Río Urubamba), rodeado de una vegetación exuberante. Desde aquel punto empezamos a caminar subiendo de nuevo el margen derecho del valle hasta un lugar llamado Naranjayoc, habitado por algunas familias de campesinos que hablan sobre todo quechua. Es un mundo completamente rural donde se vive sin luz, ni agua corriente, y mucho menos gas para cocinar o calentarse. Todo es exactamente igual a como era hace un siglo.

  
El tercer día utilizamos tres mulas para continuar. En principio subimos una empinadísima ladera, y luego, una vez alcanzada la cima del monte, nos encontramos frente a un remoto sitio arqueológico llamado Tambocasa. Ubicación: 12º 37.174’ lat. Sur / 72º 07.206’ long. Oeste. Altura: 1792 msnm
Es un típico "tambo" (lugar de descanso) de forma rectangular (40 x 10 metros) construido en época inca. Ubicado precisamente en la divisoria entre los valles del Río Yavero y de su afluente Chunchunsmayu (río de los Chunchos), fue utilizado más que todo como lugar de reposo e intercambio de productos agrícolas. Luego caminamos durante unas cuatro horas a lo largo de una pendiente cuesta justo al borde del precipicio, adentrándonos en el valle del Río Chunchunsmayo. En las horas de la tarde llegamos a otro sitio arqueológico llamado Llactapata (en quechua: ciudad alta). Ubicación: 12º 37.025’ lat. Sur / 72º 05.750’ long. Oeste. Altura: 1935 msnm. Decidimos acampar en una vasta llanura contigua a las ruinas, con el objetivo de explorarlas al día siguiente. Después de cocinar una sopa a base de uncucha (una papa dulce típica de este valle) nos preparamos para dormir. El cielo estaba completamente libre de nubes y extrañamente se notaba una gran estrella muy baja en dirección del altiplano de Pantiacolla. El cuarto día pudimos documentar el sitio de Llactapata: además de algunos restos de cimientos pre-incas, en los cuales el ángulo de los muros, en vez de ser perpendicular, es redondeado, pudimos registrar una construcción rectangular que data de la época pre-inca, caracterizada por una particular pared con ocho cavidades, usadas probablemente con fines ceremoniales. A continuación emprendimos de nuevo nuestro camino en dirección noreste, remontando el estrecho valle del Río Chunchusmayo.
Al comienzo, anduvimos durante cinco horas en un angosto sendero al borde del precipicio. Algunos tramos fueron difíciles y tuvimos que aligerar el peso de las mulas evitando cuidadosamente que no se desbocaran y cayesen luego al vacío. Posteriormente llegamos a un lugar de donde se podía ver el encuentro del torrente Tunquimayo con el Río Chunchusmayo. En aquel punto empezó un empinado descenso hasta el Río Chunchusmayo. Tuvimos que atravesar una zona de selva muy densa y húmeda antes de llegar a su curso. Apenas lo atravesamos, emprendimos un pendiente ascenso del llamado "Cerro Miraflores", inicialmente en una densísima selva y, luego, a través de una enorme ladera con poca vegetación.

  
Después de unas tres horas de camino desde el río, decidimos detenernos y acampar, entre otras cosas, porque había empezado a llover fuerte. De repente nos dimos cuenta de que nos hallábamos en un antiguo tambo pre-incaico de construcción rectangular. También aquí el hecho de que los ángulos de la edificación estuvieran redondeados nos hizo pensar en su origen pre-inca. Ubicación del Tambo de Miraflores: 12º36.506’ lat. Sur / 72º 03.681’ long. Oeste Altura: 2540 msnm El quinto día exploramos inicialmente la parte de selva que se situaba al noroeste de nuestro campo base. Encontramos algunos muros de contención, también ellos de procedencia pre-incaica, indicio de que toda la zona estuvo habitada y cultivada en épocas remotas.
Luego nos adentramos en una espesísima selva, alejándonos sin embargo de la antigua zona agrícola. Sucesivamente decidimos seguir el sendero que se dirigía al norte, hasta la cima del monte. Fue una muy ardua subida a través de un angosto y fangoso sendero, pero al final alcanzamos la cima y luego proseguimos hacia el norte a través de un altiplano cubierto por un bosque no muy denso. Nuestra caminata tuvo fin en un punto situado a 3185 msnm, de donde se podía divisar, a lo lejos, el altiplano de Pantiacolla y el llamado "Nudo de Toporake", una áspera formación rocosa situada en la divisoria entre la cuenca del Río Urubamba y la del Río Madre de Dios. Regresamos al campo base después de una caminata de aproximadamente tres horas. El sexto día de nuestra exploración fue el determinante. Exploramos de nuevo la parte de selva al noroeste de nuestro campo base. Nos adentramos luego en una espesa selva, tan húmeda, que era muy difícil avanzar. Después de una media hora encontramos los cimientos de una casa en forma de trapecio y, luego, a pocos metros de ésta, las bases de otra residencia rectangular y varios muros de contención que sirvieron para los clásicos bancales.

  
Procediendo con la exploración, reconocimos el centro de una antigua ciudadela oculta en la selva: una explanada de aproximadamente 12x12 metros, en cuyo lado oriental había un muro de aproximadamente 6 metros de longitud con 4 cavidades ubicadas a una altura de alrededor 80 cm del suelo. Estábamos seguros de haber llegado a una importante y desconocida ciudadela agrícola pre-inca, pero ignorábamos quién la habría construido y cuándo. Algunos pastores de la zona nos habían mencionado el nombre "Miraflores" para indicar la montaña entera. Ubicación de la ciudadela pre-inca de Miraflores: Lat. 12º 36.507’ Sur / Long. 72º 03.715’ Oeste Altura: 2523 metros sobre el nivel del mar. Observando minuciosamente el muro principal, me di cuenta de que es probable que hubiera caído parcialmente y de que antaño tuviera al menos el doble de longitud. Quizás las cavidades, que para mí se habían usado por motivos rituales, antes habían sido 8, justamente como en Llactapata. Pero, ¿quién pudo haber construido la ciudadela? ¿Pudieron haber sido los Chunchos, antepasados de los Matsiguenkas, de donde proviene el nombre del Río Chunchosmayo? No parece, porque aquellos pueblos de la selva adyacente al Cusco no utilizaron nunca los denominados bancales.

  
Al continuar con nuestra exploración pudimos documentar otras casas, muchas de las cuales tenían una especie de ventana o apertura en los muros, posiblemente utilizada por motivos rituales. El séptimo día continuamos nuestra investigación. Procediendo fatigosamente a través de la selva densa e intrincada, descubrimos otras residencias y muchos muros de contención para los llamados bancales. Pudimos comprobar que, en total, la ciudadela se extiende sobre aproximadamente dos hectáreas, donde hay alrededor de 20 cimientos de casas, además de la explanada central, donde se encuentra el muro principal con las 4 cavidades rituales. La ciudadela agrícola de Miraflores fue construida casi seguramente por pueblos pre-incas, aunque hasta el día de hoy no es posible reconocer con exactitud el pueblo que la edificó. Es muy probable que los Incas hayan utilizado el sitio con el propósito de controlar el acceso al valle y cultivar toda la vertiente occidental de la montaña para poder surtir de alimentos (maíz, fríjoles, papas, coca, calabazas) a los soldados que presidían los límites externos del imperio, en el altiplano de Pantiacolla y en las fortificaciones de Toporake; todos sitios ubicados en la divisoria (a aproximadamente 4000 msnm) entre la cuenca del Río Urubamba y la del Río Madre de Dios.

  
¿Es posible que la ciudadela agrícola de Miraflores haya servido para proveer alimentos a un sitio mayor, ubicado quizá más allá de la "meseta de Pantiacolla", me refiero al legendario Paititi de Inkarri? A continuación inspeccionamos toda la zona adyacente, y descubrimos otros centros residenciales y ceremoniales. Muy interesante fue el hallazgo de una tumba. Ubicación de la Tumba de Miraflores: Lat. 12º36.521’ Sur / Long. 72º 03.731’ Oeste Altura: 2509 msnm El futuro estudio de este sitio podría revelar el enigma de la etnia que construyó toda la ciudadela. Durante la tarde, como no llovía y estábamos lejos de cursos de agua, decidimos desmontar el campo base y acercarnos al Río Chunchusmayo. Luego montamos el campo 2 a unos 2000 msnm, a aproximadamente diez minutos de camino del Río. Posteriormente descendimos a las orillas del Río Chunchusmayo y nos bañamos, sumergiéndonos en sus gélidas aguas. Poco después buscamos en vano los restos de un puente inca que, según algunos rumores, debería encontrarse en la zona. Al octavo día regresamos a Naranjayoc y al día siguiente caminamos hasta la carretera pavimentada. El décimo día nos encontramos con nuestro conductor en un determinado punto, y en una poderosa camioneta regresamos a Cusco, luego de diez horas de viaje. El balance de la expedición fue más que positivo. Además de documentar los sitios de Tambocasa y Llactapata, descubrimos y describimos las ruinas de la ciudadela agrícola de Miraflores, un ulterior paso adelante en el ámbito de las expediciones Paititi-Pantiacolla.

YURI LEVERATTO Copyright 2011




PAITITI 2012


Recientemente, el periodista canario Juan José Sánchez Ortiz, de la página web Suite101.net, realizó una entrevista con motivo del hallazgo de las ruinas de Miraflores y la próxima expedición:


El explorador Javier Zardoya codescubridor de la ciudad inca de Miraflores y buscador de la mítica Paititi busca fondos para la próxima expedición.

 


Zardoya observando los muros de Miraflores. / Foto: Luis Alberto Huilca


Paititi es una ciudad perdida inca, hundida en las brumas de la historia y la leyenda de la América recóndita. Su base de realidad se fundamenta en manuscritos del S.XVI por exploradores como Pedro Sarmiento de Gamboa y Juan Álvarez Maldonado o el magistrado español en Perú Cristóbal Vaca de Castro. Los documentos hablan de un próspero reino desconocido en el Bajo Amazonas en medio de la selva. Esta historia se vio reforzada con los años con nuevas aportaciones.

Recientemente en 2001, tras el hallazgo del arqueólogo italiano Mario Polia, que descubrió en los archivos jesuitas de Roma los informes del misionario Andrea López del año 1600. El documento habla de una ciudad enorme en la selva llena de riquezas junto a una cascada conocida como Paititi por los indígenas.

La búsqueda de Paititi ha sido desde el comienzo objetivo de aventureros sin escrúpulos, expoliadores, busca fortunas. También de hombres que sólo buscan respuestas y vivir sus sueños con ética y respeto a comunidades y naturaleza del lugar.

Como es el caso del explorador español Javier Zardoya, componente de la expedición internacional capitaneada por el explorador y psicólogo estadounidense Gregory Deyermenjan, probablemente el mayor experto en ese territorio, el italiano Yuri Leveratto y los peruanos Ignacio Mamani Huilca y Alberto Huillca Mamani.

Zardoya, periodista y geógrafo aragonés curtido en el alpinismo y escalada en los Andes, Atlas, Alpes y Pirineos, ahora prepara la nueva etapa de la ruta que quedó pendiente el año anterior, donde descubrieron la ciudadela pre-inca de Miraflores en la cordillera de Paucartambo. Una de las cuestiones que están solventando es la necesaria obtención de fondos para cubrir sus objetivos. Esto es lo que nos contó:

¿Cómo te embarcas en esta expedición arqueológica sin ser arqueólogo?

Nuestra expedición no es estrictamente arqueológica, porque ninguno de nosotros somos arqueólogos. Yo soy periodista y geógrafo, aunque también tengo formación autodidacta en Historia, Arqueología o Antropología. Siempre me han interesado estas disciplinas, sobre todo combinadas con el mundo del periodismo, el mundo de lo actual.

No realizamos jamás excavaciones, sólo documentamos los hallazgos fotográficamente, mediante GPS, videos o reportajes de todo lo que encontramos. Digamos que somos el primer eslabón de la cadena para introducirse en zonas remotas y realizar posteriores estudios científicos. Nuestra pasión y trabajo es el de explorar, ubicar y documentar. Después, no siempre, llegan los arqueólogos, y a veces hay mucha demora entre el descubrimiento y la llegada de los científicos por la inaccesibilidad del territorio.



Ecosistema de selva alta cercano a la ciudadela de Miraflores. Foto: Luis Alberto Huilca


Paititi para muchos arqueólogos ortodoxos es sólo un mito ¿Por qué Paititi y no otro elemento arqueológico más tangible?

Es cierto que Paititi es una palabra vetada en el ámbito científico para la mayoría de investigadores. Aunque actualmente hay algunos profesionales muy prestigiosos como Isabel Combès o Vera Tyuleneva que van rompiendo esas barreras ortodoxas. Lo que buscamos nosotros es demostrar la penetración inca en las selvas del Antisuyu a través de la existencia o no de construcciones antiguas.

Gregory Deyermenjian es una leyenda entre los buscadores de Paititi ¿Cómo fue trabajar con él?

Sencillamente genial. Fue una suerte conocerlo en el Cuzco. Desde el primer momento conectamos personalmente. Es un gran amigo, aparte de quizá el mejor explorador en cejas de selva del mundo. Es muy paciente, tiene una altísima calidad humana y ética, y sabe cómo tratar con los nativos e indígenas, cosa que nunca es fácil desde nuestra mentalidad occidental. Hemos llegado a una gran compenetración mutua a pesar de algunas barreras del idioma.

¿Qué sintió cuando descubrieron usted y sus compañeros la ciudad de Miraflores?

Es una sensación muy difícil de explicar. Única. Descubrir algo tiene un componente misterioso que se vive de forma muy intensa en el interior de cada uno. Te hace sentir muy afortunado de contemplar algo que quizá llevase escondido cinco siglos al resto de la humanidad.

En el momento que aparecieron las primeras ruinas, no lo percibes del todo, pero al cabo de los días, cuando el sosiego y la perspectiva te ayudan a reflexionar, te das cuenta de su importancia. Son recuerdos y sensaciones mágicas que te acompañan durante el resto de tu vida.



Zardoya junto a uno de los edificios de la ciudadela de Miraflores. Foto: Gregory Deyermenjian


¿Cuáles son los objetivos de la expedición este año?

El objetivo principal es regresar al denominado 'Camino de piedra', un importante camino incaico que se adentra en los remotos valles y crestas de la cordillera de Paucartambo, e intentar explorarlo en su totalidad. Estamos esperando el permiso correspondiente porque es una zona protegida. Aunque localizado en 1957 por el mítico explorador peruano Carlos Neuenschwander, nadie ha llegado todavía a su término debido a las muchas dificultades físicas, climáticas y logísticas que requiere.


Pensamos que se construyó para conectar dos puntos importantes: uno de ellos lo lógico es que sea el Cuzco, el centro del mundo andino, el otro nadie lo sabe. Son zonas inmensas, casi inexploradas, y que nadie conoce con exactitud lo que esconden en su interior.

¿Cómo se financia la expedición?

Me gustaría poder decir que contamos con alguna ayuda económica por parte de alguna institución, pero lamentablemente no es así. Los gastos los asumimos a partes iguales los miembros de la expedición, financiándolos a través de nuestros respectivos trabajos o ahorros.

Es difícil, pero el mundo de la exploración nunca ha sido fácil y muy pocos consiguen vivir de ello y menos hacerse ricos. Es una forma de entender la vida y de poder decirles algún día a tus nietos: "Aunque puede que fracasase, al menos lo intenté".

¿Se puede colaborar económicamente con esta exploración?

Por supuesto, estamos abiertos a cualquier tipo de colaboración pública o privada, siempre que sea ética. No necesariamente tiene que ser dinero, en las exploraciones actuales hacen falta materiales u otro tipo de productos que pueden contribuir al éxito de la misma. Pueden contactarnos tanto a Gregory Deyermenjian (greg_deyermenjian@yahoo.com) como a mí (javierzardoya@gmail.com) para cualquier asunto a este respecto.

También pueden leer online la entrevista aquí.





En septiembre de 2012, apenas unos días antes de partir de expedición al "Camino de Piedra", Canal Extremadura (España) me realizó una entrevista en el programa radiofónico "Nunca es tarde" para hablar del proyecto de investigación en el que llevamos trabajando varios años:






Canal Extremadura - Paititi 2012 - Javier Zardoya by Javier Zardoya




De vuelta de la expedición 2012, Canal Extremadura (España) quiso volver a entrevistarme en el programa radiofónico "Nunca es tarde" en el que hablamos de cómo había ido la investigación, los problemas surgidos en el trayecto, el día a día de la exploración, así como los próximos proyectos en un territorio que estamos seguros que dará muchas sorpresas arqueológicas en el futuro.



Entrevista Paititi 2012 - Javier Zardoya - Canal Extremadura II by Javier Zardoya






Próximamente, más información.

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