lunes, agosto 06, 2012

70 años de Pascual Duarte



"Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo. Los mismos cueros tenemos todos los mortales al nacer y sin embargo, cuando vamos creciendo, el destino se complace en variarnos como si fuésemos de cera y en destinarnos por sendas diferentes al mismo fin: la muerte. Hay hombres a quienes se les ordena marchar por el camino de las flores, y hombres a quienes se les manda tirar por el camino de los cardos y de las chumberas. Aquellos gozan de un mirar sereno y al aroma de su felicidad sonríen con la cara del inocente; estos otros sufren del sol violento de la llanura y arrugan el ceño como las alimañas por defenderse. Hay mucha diferencia entre adornarse las carnes con arrebol y colonia, y hacerlo con tatuajes que después nadie ha de borrar ya".

Este es el fabuloso comienzo de "La familia de Pascual Duarte", de Camilo José Cela, que ahora cumple 70 años desde su publicación. Es el único libro del que me aprendí de cabo a rabo su arranque. Nunca he leído palabras más prometedoras para una novela eterna.
Por cierto, una curiosidad: Pascualillo Duarte existió en realidad. No era extremeño, sino aragonés. Tengo una copia de su auto judicial obtenida en los archivos de un pueblo muy cerca de Zaragoza que descubrió mi amigo y gran periodista Darío Vidal, quien en una noche de borrachera en la Barcelona de los años setenta intentó afeitarle a Cela la barba con el cristal de una botella.

La ilustración es "Duelo a garrotazos", de Francisco de Goya y Lucientes, aragonés universal también, que sabía un poco de la vida y las miserias de los hombres.

For non-Spanish speakers:
“I’m not, sir, a bad person, though in all truth I am not lacking in reasons for being one. We are all born naked, and yet, as we begin to grow up, it pleases Destiny to vary us, as if we were made of wax. Then, we are all sent down various paths to the same end: death. Some men are ordered down a path lined with flowers, others are asked to advance along a road sown with thistles and prickly pears. The first gaze about serenely and in the aroma of their joyfulness they smile the smile of the innocent, while the latter writhe under the violent sun of the plain and knit their brows like varmints at bay. There is a world of difference between adorning one's flesh with rouge and eau-de-cologne and doing it with tattoos that later will never wear off more”. "The Family of Pascual Duarte", Camilo J. Cela (1942).


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